Problemas de conducta. Qué son y cómo abordarlos

Como profesionales de la educación canina, exceptuando otras actividades que realizamos como las rutas o el entrenamiento en rescate o detección, la mayoría de las personas nos contratan para solucionar determinados problemas de comportamiento que muestran sus perros.

Uno de los objetivos fundamentales de nuestras clases es empoderar a los perros mediante el empoderamiento de sus guías humanos. Cualquier problema que se nos presente tiene un trasfondo detrás, y ese trabajo sobre el guía consiste en ayudarle a comprender el porqué de determinadas conductas, la influencia del entorno, la influencia de las grandes áreas (física, emocional, cognitiva y social) y las estrategias de intervención que debemos aplicar en cada caso concreto. No nos vale establecer unas pautas si el guía no las comprende y no entiende por qué son esas y no otras las elegidas.

¿QUÉ SON LOS PROBLEMAS DE COMPORTAMIENTO?

Así pues, antes de nada, vamos a hacernos la siguiente pregunta: ¿qué es un problema de comportamiento? Resumiendo al máximo, un problema de comportamiento es una conducta de nuestro perro que, a NOSOTROS, nos molesta o no nos resulta aceptable, sea o no útil y adaptativo para el animal. Y aquí se abre un abanico enorme de posibilidades.

¿Mi perro tiene un problema de comportamiento si ladra a las tres de la mañana cuando, dormido en el salón, se sobresalta porque escucha el ruido de un vecino pasar por delante de casa? Mi perro, en esta ocasión, se está comportando de forma totalmente natural, y su comportamiento tiene una funcionalidad, la de alertar a la manada y ahuyentar a los intrusos. El problema reside en que su comportamiento, en el entorno urbano en el que vivimos, y acorde a nuestros hábitos y rutinas, no nos resulta aceptable, del mismo modo que a otra persona puede gustarle esta conducta porque vive en una zona aislada donde no debería rondar nadie por la madrugada.

Podemos ver, de forma inequívoca, que nuestras expectativas y la forma en la que percibimos a los perros y organizamos nuestra vida juegan un papel fundamental a la hora de afrontar cualquier conducta de nuestros compañeros caninos. Pero vamos a ir algunos pasos más allá.

Si tenemos un perro con comportamientos estereotipados y compulsivos como, por ejemplo, morderse el rabo y autolesionarse, a todas luces, y para toda persona con un poco de juicio y sentido común, ese perro tiene un problema. ¿Correcto? Y si tenemos un perro que destruye la casa y ladra sin cesar cuando se queda solo, también estaremos todos de acuerdo en que ese individuo muestra problemas de comportamiento, ¿verdad? Los casos de ansiedad por separación son uno de los problemas más habituales por los que las familias reclaman nuestros servicios. Pero… ¿Tiene un problema el perro que, cuando se queda solo, se tumba en la puerta de casa y no bebe agua ni come nada hasta que la familia aparece? ¿Pensáis que sí? ¿Y por qué entonces nunca nadie ha solicitado nuestras clases para un caso como este y solo se solicitan cuando el perro, de alguna forma, molesta? Efectivamente, porque lo otro no afecta la convivencia.

LA COMUNICACIÓN COMO FACTOR CLAVE

Los problemas de comportamiento son problemas de comunicación. Sea cual sea la naturaleza del problema (miedos, agresividad, ansiedad, frustración…), ese perro, con su conducta, nos está comunicando algo. Está comunicando que necesita que el otro perro se aleje, que tiene necesidades sin cubrir, que siente estrés, que no sabe gestionar sus emociones… Y cuando esa forma de comunicar sus necesidades nos resulta molesta, por la razón que sea, es cuando afirmamos que el perro en cuestión no se comporta adecuadamente. Probablemente el problema ya existía con anterioridad, e incluso éramos capaces de percibirlo, pero en muchas ocasiones nos animamos a pedir ayuda profesional cuando ya no lo soportamos porque se ha vuelto realmente molesto.

Y si mi único problema es que el perro ladra mucho en casa, ¿de verdad hay que realizar una valoración y no me puedes mandar alguna pauta? Por supuesto que no. Seguro que hay decenas de “profesionales” que no tienen reparo en enseñarte diferentes formas para conseguir que tu perro no vuelva a ladrar, sin importarles las consecuencias. Pero si empatizamos y nos preocupamos por ellos de verdad, hay que ponerlos en el centro, y ponerlos en el centro significa tomarlos en consideración, atender sus necesidades y su salud comportamental, mejorar al máximo su calidad de vida, mejorar la comunicación y hacerles partícipes de los procesos de aprendizaje, dotándoles de autonomía y de herramientas adecuadas para gestionar sus problemas.

Si tu perro ladraba porque tenía un estrés residual altísimo porque apenas disfrutaba de estimulación alguna durante el día a día, centrarnos en castigar su comportamiento en lugar de cubrir sus necesidades es inhibir la única forma en la que eran capaces de focalizar su frustración. No nos gustaría estar en su lugar, y no dudéis que ya saldrán otros problemas por algún lado, como no puede ser de otra forma.

Al final, debemos ser conscientes que somos nosotros los que libremente decidimos hacernos con la compañía de un animal, y que si atenderlos como se merecen nos resulta muy sacrificado, la mejor opción para el futuro es no recurrir a la adquisición de otro. Pero si estamos dispuestos a mejorar como guías para alcanzar la mejor versión de nuestros perros, iremos viendo, poco a poco, como en realidad no es tan difícil, ni requiere de una inversión enorme de tiempo.

El ABC de la conducta

Como venimos diciendo, los problemas de comportamiento son síntomas que nos indican que hay necesidades sin atender. ¿Has oído habar del ABC de la conducta? Donde la A son los antecedentes, la B el comportamiento y la C las consecuencias.

Debemos poner el foco siempre en las causas y no en las manifestaciones, y debemos comprender que todos los comportamientos tienen una funcionalidad, porque buscan consecuencias en el entorno. Asegurémonos, pues, que atendemos sus necesidades y que les permitimos un desarrollo integral pleno, con todo lo que ello conlleva.

Así pues, cuando queremos analizar una conducta para entenderla y poder realizar un plan de intervención, debemos responder a múltiples preguntas. ¿Cuál es la finalidad de la proyección comunicativa? O dicho de forma más sencilla, ¿qué mensaje quiere enviar al entorno? ¿Cuál es, pues, la relación entre el comportamiento y el entorno? ¿Qué sucede, cuándo y por qué? ¿Qué emoción está trabajando? ¿Qué estilo de vida tiene el perro? ¿Qué reforzadores, positivos y/o negativos, actúan tras la conducta?

Todo esto puede abrumarnos un poco, ¿verdad? Por eso es importantes que nos formemos, que aprendamos, que mejoremos al máximo como guías, y así estemos a la altura de lo que nuestros perros necesitan de nosotros. Por eso, también, debemos huir de los consejos fáciles y genéricos de internet, o de las recomendaciones del señor del parque de perros, siempre que el problema sea mínimamente complejo. Una buena respuesta sería decirles que, si no conocen a nuestro perro en profundidad, ni su pasado, ni sus sensibilidades ni sus necesidades, ni su entorno, ni sus rutinas, ni a nosotros como guías, ni son profesionales cualificados, probablemente deberían ser prudentes a la hora de diseñar un plan de trabajo para el animal.

LA ACTITUD DEL GUÍA

En penúltimo lugar, no podemos no hablar de la importancia de ser humildes, de ser honestos, de ser autocríticos y autoexigentes, y de tener la inteligencia emocional de saber desaprender y derribar muros para aprender de nuevo. Si adquiriste un cachorro con dos meses y a los tres años la situación es ya insostenible, el primer paso es aceptar que somos los máximos responsables del problema, y que el perro no es el culpable. No existen los perros buenos y los perros malos. Los perros son perros, y el resto es un relato que construimos nosotros, desde nuestro prisma humano.

Puede tocarnos un perro más sensible, con más energía, con más carácter, con más o menos inteligencia… La herencia genética está ahí, siempre presente, pero el aprendizaje depende de nosotros, de qué hagamos con todo eso que el perro trae consigo, su naturaleza y su mochila de experiencias, cuando llegan a nosotros siendo adultos. Si nuestro perro era sensible con otros perros y no entendíamos la forma en la que nos lo comunicaba y, por ende, no atendíamos sus necesidades, y con el tiempo ha necesitado recurrir a estrategias más agresivas para conseguir sus objetivos, nuestro perro no es malo por ser reactivo con otros perros, sino que somos nosotros, los humanos, los que hemos errado como guías. ¡Pero no importa! No teníamos las herramientas ni los conocimientos, ni somos profesionales del comportamiento canino. Es importante identificar los errores para no volver a repetirlos, pero autoculparnos no sirve de nada, y lo que importa es lo que hagamos ahora que tenemos la realidad delante de nosotros.

Esa humildad y autocrítica son las que nos permiten resetearnos para empezar a hacer las cosas bien, y las que nos permiten exculpar a nuestros perros de cargas que no les pertenecen, y que no son justas, porque a partir de ahora vamos a entenderlos y vamos a aceptarlos como son, y a partir de ahí, vamos a centrarnos en sus necesidades.

Es por todo esto que, en las tres próximas entregas del Educablog, vamos a hablar sobre COMUNICACIÓN CANINA, desglosándola en tres fases diferentes: señales de calma o de evitación, señales de amenaza y agresiones. Si quieres comprender un poquito mejor a tu perro, ¡no te las pierdas!

Samuel
samuel.tribucanina@gmail.com